© Voui Letaunt

El ritual previo al inicio de cualquier volumen en #TheRussianClub es sencillo. V. Manneken, el epicentro donde se desarrolla nuestra actividad, abre sus puertas una hora previa a la llegada de nuestros expectantes participantes.

El anfitrión, un aguerrido y apuesto eslavo apasionado de su cultura, prepara con mimo el que será nuestro cocktail de bienvenida para los miembros del club. Esta vez no falla: un GÓGOL MOGOL, eso es, mezcla infalible basada en la bebida contra gripes y constipados que solía tomar Gógol durante su estancia en Italia. Curioso remedio a base de leche de cabra, huevo, ron y brandi. Sin duda estamos preparándonos para el frío petersburgués.

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Llaman a la puerta. La cálida luz de Manneken se filtra por la cristalera, de la que asoma la cabeza de Silvia de Nórdica Editorial. Saluda tímidamente, equipada con un buen arsenal de letras eslavas: una bolsa repleta de libros con las grandes joyas de la editorial – Las almas muertas, Nochebuena o El capote de Gógol -, también divertidas tote bags e ilustraciones de EL CAPOTE firmadas por Noemí Villamuza, encargada de dar vida ilustrada a Akaki Akákievich. Tras dejar el hall presidido por las atentas miradas de Chéjov y Walt Whitman, colocamos cuidadosamente en nuestro escritorio decimonónico el pedacito de Nórdica Libros que hoy homenajea a Gógol en un soleado sábado de noviembre.

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El cartel del club, situado en el pasillo que precede a la tercera sala donde se celebra nuestro encuentro, tiene a Akaki Akákievich como protagonista. Su mirada enclenque, desvalida, de héroe de nadie, anticipa con el capote sobre sus hombros la sátira  gogoliana. Una mesa auxiliar aparece entre butacas, sillas y el sofá principal, sosteniendo los libros que guían una lectura compleja, cómica, incierta y abismal. Vemos, por ejemplo, al genio de Nabókov. Atisbamos volúmenes de brillantes conferencias académicas como N. V. Gógol: 200 años después o Gógol y su legado. Una suerte de rompecabezas para quienes vienen a debatir y despertar su espíritu reflexivo y crítico durante más de dos horas de charla.

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Son las 18:00h. Hora de inicio del club de lectura. La primera parte de nuestra NOCHE GOGOLIANA. A modo de cuentagotas inexorable van apareciendo las almas intrigadas por el universo eslavo. Charlamos y nos presentamos antes de entrar al ring de las letras, meollo de todo este asunto. Más de dieciséis personas nos juntamos alrededor de la mesa, y la diversidad de edades y procedencias es maravillosa. Un rico retrato del amplio espectro lector que puede tener un clásico como EL CAPOTE. Tímidamente comienza la introducción, apenas un hilo del que tirar para hacernos con Gógol. Y tejemos primero, eso sí, un mapa inicial para no perdernos en nuestro recorrido: Gógol y el contexto histórico-social, su infancia, la religión, su locura, Gógol y la muerte. Su muerte, sí, narrada con escrupuloso detalle por Nabókov y que consigue sobrecogernos a todos.

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Partimos, ahora sí, rumbo hacia la hercúlea labor de descifrar EL CAPOTE. El cuento perteneciente a las Historias de San Petersburgo cuyo protagonista es un simple copista del funcionariado ruso. Nos detenemos en las intenciones gogolianas acerca de su héroe atípico: la mediocridad, el yo aislado frente al inmenso no yo, el humor gogoliano…Gógol y su sátira vaticinaron una realidad absurda que habría de ser eterna. La intrascendencia de la intencionalidad de Gógol se pone de manifiesto enseguida, pues la obra maestra, imperecedera como es esta, trasciende la intención de su artífice. Le supera.

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Leemos fragmentos. Nos reímos. Por momentos, los rostros muestran una gravedad reflexiva extraordinaria. Quizá un esfuerzo por comprender, tras un acto de introversión de tal magnitud como es la lectura, diferentes puntos de vista que se nos han escapado. Hay miradas cómplices, y también acaloradas confrontaciones amistosas que ponen de relieve la enorme suerte que tenemos de poder reunirnos y charlar abiertamente, con ánimo de aprender y construir.

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¡Vaya! Se nos ha pasado el tiempo volando. Lo sabemos porque el sonido de la coctelera  es inconfundible. Están empezando a llegar los invitados de la JARANA LITERARIA. Nuestro club acaba para dar la bienvenida al resto de asistentes, aquellos que a partir de las 20:00h llegarán para disfrutar de una fiesta de las letras eslavas en homenaje a Gógol y El capote. La carta de cocktails eslavos recibe a sedientos invitados que miran con curiosidad la sala que hasta ahora ocupábamos nosotros. La miran con respeto, hay que decir, como si pisaran de repente tierra santa. Algunos hasta se atreven a coger los libros, curiosos, y preguntan cómo ha ido, de qué hemos hablado. Les hubiera gustado leerse el libro (dice la mayoría).

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Hay un ambiente difícil de explicar si no has asistido nunca a #TheRussianClub. Una suerte de camaradería misteriosa entre desconocidos que se conocen muy bien. Brindamos y planeamos nuestros siguientes pasos a partes iguales. Compartimos impresiones y homenajeamos durante toda una tarde-noche al genio de Gógol. Huelga decir que colgamos los capotes y hasta bien entrada la madrugada no los volvimos a vestir por encima de nuestros ropajes. Pero no preguntéis porqué – es un misterio – el frío petersburgués llegó esa noche a Madrid para quedarse;  y ni el abrigo de Akaki logró soportar tal ventisca.

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